Cuando eramos niños escuchabamos historias que nos apasionaban y nombro algunas: el diluvio que cubre la Tierra y ésta renace, el heróe descastado que al final se corona en rey, el dios que debe morir para redimir a la humanidad, la ciudad antigua que alcanza la verdad y se autodestruye, en fin… Son narraciones centrales y tan grandes que nos definen como civilización y son lo que llamamos mitologías, leyendas e incluso, cosmogonías, porque de ahí se deriva desde los mega-relatos cristiano, budista, hindú y muchos más, sin mencionar las sagas nórdigas de Odín, el ciclo bretón del Rey Arturo, el mito de la Atlantida y hasta las literarias del Señor de los Anillos de Tolkien o La Torre Oscura de Stephen King.
¿Por qué sucede este fenómeno?, ¿de dónde proviene este ardiente deseo de creer en una mitología? Porque nosotros instintivamente queremos hacer parte de una aldea cultural, de un orden épico en donde el bien derrota al mal y de encontrar allí el sentido de nuestras vidas, no como un azar, sino como un destino, una rueda girando o un “ka”.
En 1982 entre los creativos de Mattel y el estudio Filmation escriben un relato que, no obstante la simpleza y tosquedad de su argumento, recogía lo que debe tener una mitología hecha para enamorar a cualquiera: una línea divisoria del bien y el mal, un mundo distópico en donde fluye la magia antigua con la tecnología de vanguardia, lo humano con lo bestial, y por supuesto, una fuente de poder capaz de cambiar para siempre el universo. ¿Qué más se necesitaba? Nada más, en ese mismo orden ahí estaba la lucha entre He-Man y Skeletor, la antigüedad que representan Sorceress, Orko y Zodak junto con la tecnología futurista de Man-at-arms, TrapJaw y Hordak, sumado a las variaciones de la humanidad con lo animal al mejor estilo de la Isla del Dr Moreau, como se aprecia en BeastMan, MerMan, MossMan, Stinkor, Clawful, entre otros, y por supuesto, la fuente de poder variable es el Castillo Grayskull con la espada y los secretos que encierran sus milenarios muros.
Mi primera figura del mundo de “Masters of the universe” fue el Skeletor Battle Dragon, una genuina pieza de colección que resumía todo aquel universo: un tétrico esqueleto encapuchado con apariencia de guerrero medieval, junto con una espada azul y un dragon apostado sobre su espalda que escupía chorros de agua. Como si no fuera lo bastante espectacular, venía junto con un comic a color que en pocas páginas contaba una magnífica historia donde aquel Skeletor Battle Dragon era el personaje y arruinaba una fiesta palaciega en el mundo de Eternia.
Una mitología es superior a una leyenda porque no define un mero asunto local, sino que trasciende fronteras, tiempos e idiomas, constituyéndose en la eterna lucha entre el bien y el mal por el equilibrio o el caos en el universo. Por eso “Masters of the universe” es más que una nostalgia de los ochentas, sino que es un mega-relato que emociona a grandes y a chicos con la noticia de su reaparición en la plataforma Netflix bajo el título de “Revelación”. ¿Qué nuevos misterios nos deparan los muros del Castillo Grayskull? Nadie lo sabe, pero lo único cierto es que allí estaré sentado en primera fila sosteniendo mi juguete de BeastMan. “¡Hasta la próxima, amigos!”
Julio 2021
ENSAYO
The Walking Dead: 10 Años Después
¿Por qué nos atraen tanto los muertos vivientes?
Por Luis Alberto Suescún
Marzo 29, 2020