Al igual que la arquitectura, la tecnología y el arte, los monstruos también definen el carácter de una sociedad porque ellos encaran a su vez los tótem y los tabúes, es decir, lo que se desea y también lo que se oculta. “Monstruo” significa “mostrar” porque era la manera en que los antiguos entendían y aceptaban los designios de los dioses. Por eso el minotauro es una clarísima referencia de lo que, en realidad, significa un monstruo: algo que se teme y a la vez, resulta tan intocable como enigmático.
Cuando se leen las páginas de la Odisea, los textos latinos e incluso, de la Biblia, se encuentra una tremenda sacralización del monstruo, sea el cíclope, la gorgona, la sirena, el leviathan, el behemoth, los sátiros, el dios Pan o la anfisbena, entre otras. Pero con el pasar de los tiempos, el inicio del cristianismo, el auge y la caída de Roma y en especial, el medioevo y sus catedrales de gárgolas, el sentido sacro del monstruo se fue perdiendo hasta solo quedar el miedo puro. Para ilustrarlo de una manera simple: a Frankenstein, el gran monstruo de la modernidad, se le teme, pero no se le adora ni se le venera de ninguna forma.
Este gigantesco lagarto Gojira aparece en 1954 de la mano del director Ishiro Honda, causando una verdadera sensación en Japón y en el mundo entero. Más allá de su colosal apariencia, Godzilla encarna el sentimiento del pueblo japonés luego del ataque nuclear sufrido en 1945. Es decir, Godzilla es un monstruo surgido del dolor, es una criatura resucitada de las cenizas y ante todo, un protector de la isla, cobrando una dimensión mística y de unión superior a la de cualquier otro personaje ficticio (incluso, mucho mayor a la figura de Superman para la historia americana desde la Gran Depresión hasta nuestros días). De hecho, dentro de la mitología alrededor de Godzilla, se dice que en él habitan las almas de los fallecidos en Hiroshima y por ello su arma es el fuego.
Ese trasfondo es el que hace que Godzilla se separe del panteón de los monstruos modernos, con alguna excepción como King Kong rey de su isla calavera, pero a diferencia del lagarto gigante, el gorila encuentra su muerte con la civilización. Veámoslo de esta forma: Alien causa terror, pero Godzilla produce pánico, lo cual es algo muy distinto.
“Pánico” viene del Dios Pan y significa el “miedo a la naturaleza”. En sí, Godzilla constituye una fuerza de la naturaleza como lo es un huracán, un volcán o un maremoto. Lo que pasa es que su devoción natural hacia el Japón le convierte en un anillo protector, pero que a su vez con su mismo sentido de protección, puede llegar a destruir de un coletazo la isla misma. Es lo que llamaríamos en estos días, “el menor de los males”; por supuesto, es un mal menor en comparación con Mothra, Rodan, Gorosaurus y los demás “Kaijus” que solamente significan la aniquilación de Japón y el mundo entero.
Siguiendo la idea del “Libro de los Seres Imaginarios” de Jorge Luis Borges, aquí tenemos la isla de Creta y el Minotauro, el pueblo de Moisés y la zarza ardiente, los aztecas y el Quetzacoalt, la isla japonesa y Godzilla, construyendo desde distintas latitudes esa profunda relación de pánico - adoración entre los hombres y las divinidades.
¡Larga vida al Rey de los Monstruos!
Posdata:
Imperdible este 26 de marzo el estreno del épico filme Godzilla Vs Kong donde sólo quedará en pie uno de estos dos colosos. ¿Por cuál de los dos apuestan?
Marzo 2021
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