La historia del fútbol tiene, sin lugar a dudas, la complejidad de todos aquellos acontecimientos humanos cuyos reales orígenes son bien difíciles, casi que imposibles de ubicar en el tiempo y el espacio.
Sus orígenes se remontan, al menos como se conocen en nuestro tiempo, a Inglaterra hacia la segunda mitad del siglo XIX, teniendo como cuna los más linajudos colegios de la época.
Inglaterra empezó a divulgar mundialmente el fútbol y con un éxito impredecible, al punto de convertirse muy pronto en una disciplina más de los Juegos Olímpicos, donde deslumbró por primera vez a las multitudes en 1896. Luego de los reiterados éxitos uruguayos de 1924 y 1928, el balompié, como hoy lo conocemos y admiramos, llegó a América por conducto de obreros ferroviarios. Para citar un caso concreto, Peñarol, primer campeón de la Copa Libertadores de América.
Ese doblete Olímpico de los jugadores ‘Charrúas’, que deslumbraron en París y Amsterdam, sirvió de génesis al establecimiento, por parte de la FIFA del 1er Campeonato Mundial, con sede en Uruguay, que exactamente en 1930 cumplía cien años de Independencia, razón por la cual el estadio de su capital, Montevideo, lleva el nombre de Centenario.
Dadas las precarias comunicaciones de su tiempo, los tres primeros certámenes no tuvieron la divulgación que la justa deportiva tenía bien merecida. La derrota de Brasil a manos de Uruguay en la final del Mundial de 1950, conocida como el “Maracanazo”, encendió la pasión por este campeonato en el mundo occidental, en países donde el fútbol a nivel de equipos locales y/o de provincia ya era el obligado deleite dominical de las multitudes, al extremo de permitir la vigencia de publicaciones como El Gráfico que estuvo a punto de celebrar un siglo.
Como si lo anterior fuese poco, la aparición en 1982 (Mundial de España) de un precioso álbum con láminas autoadhesivas, amén de los escudos de cada Federación en papel metalizado, emocionó a los aficionados a nivel mundial, pues la facilidad para pegar y coleccionar, fue justo premio a la fidelidad de millones de devotos del certamen desde doce años atrás. Y todo ello complementado, para efectos de una grata y permanente reminiscencia, por la mascota Naranjito, cuya popularidad alcanzó lugar de privilegio en revistas y espacios de televisión.
La tarea de completar el álbum reafirma fraternales lazos familiares al interior de los hogares, pues padres, madres e hijos, en un sólido y comprometido equipo con la causa futbolera, buscan aquí y allá las láminas, que casi se vuelven mitológicas de éste o aquel jugador, de quien es preciso lograr el respectivo autoadhesivo, incluso al precio que especulativamente fijen en el puesto ambulatorio de cambalache, la forma de comercializar más antigua de la humanidad.
Son unas cuantas semanas, lapso en el cual se vive el Mundial antes, en su desarrollo y después de él, donde millones de seguidores del fútbol en todas las latitudes del planeta, sin distingo de credo, religión o raza, hasta posponen actividades de mayor trascendencia, para orientar sus esfuerzos en procura de contemplar, como en éxtasis, el álbum completo de pasta a pasta.
Con plena certeza, los álbumes de Panini seguirán ligados entrañablemente al devenir histórico de los Mundiales de Fútbol. Si la presencia de Brasil es fundamental, como único equipo presente en todos los certámenes y los aficionados no admiten su ausencia, los aficionados no conciben el Mundial sin el álbum, el álbum de Panini.
Marzo 2021
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